cuya autoridad se doblará toda rodilla en cielos, tierra y debajo de la tierra, para que todos confiesen que Jesús es el Señor para la gloria del Padre (Fil. 2:9–11). Rodeado de majestad y gloria aquel que sufrió tal contradicción de pecadores, ocupa la posición de autoridad suprema sentado a la diestra del Padre. Con esa gloria y majestad que le corresponden descenderá del cielo. El encuentro con los suyos tendrá un contexto glorioso, no será el encuentro con el siervo sufriente sino con el Rey
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